Entrevista a César Ramos Aldana y Guillermo Valdizán, realizada por Jorge Miyagui el 8 de junio del 2006, en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima.
Conversamos con
César Ramos Aldana: promotor cultural y consultor de la Central Interregional de
Artesanos del Perú (CIAP); así como con Guillermo Valdizán: artista visual y
miembro de El Colectivo. Ambos han participado en distintas experiencias de
articulación con actores, espacios y dinámicas sociales en función de una nueva
institucionalidad artística.
J.M.: Existen en el
Perú una serie de experiencias desde la cultura y el arte que pueden
considerarse anti-sistémicas por su carácter autogestionario, solidario,
autónomo y alternativo respecto a los discursos y los espacios oficiales.
¿Cuáles pueden ser las limitaciones de estas dinámicas?
C.R.: Primero que
están desarticuladas entre sí. Luego que son casi lecturas voluntaristas frente
a la escasez de propuestas. Señalar por ejemplo el caso de El Averno, tantos
años de existencia y no ha logrado ni crecer ni generar una dinámica alrededor
de ellos que vaya más allá del grupo de siempre: no ha logrado salir de ese
estrato del mercado. Lo mismo ocurre con el Fiteca: tiene un público masivo, ha
construido su propio espacio y dinámica, mirando a los jóvenes, a la calle,
trabajando directamente con población, sin embargo se podría señalar que, a
pesar de haber ganado las calles y trabajar en un proyecto de identidad
barrial, zonal y popular, encuentra dificultades para articular voces más
contestatarias frente al sistema.
El Foro de la
Cultura Solidaria de Villa El Salvador: de 15 000 asistentes (en su primer año)
pasar a 27 000 (en el segundo) y con toda la experiencia previa de un distrito
como Villa El Salvador es valioso, pero no ha logrado coger carne y generar movimientos
mas enraizados con juventudes, con movimientos populares y con la misma
población.
Ahora, estos tres
ejemplos: en Lima Norte, en Lima Centro y en Lima Sur, han sido ignorados por
la prensa masiva, el medio académico y los aparatos de comunicación. Sin
embargo existen, sin embargo la gente consume y participa. Entonces, de lo que
se trata no es de seguir insistiendo en dinámicas voluntaristas sino de gestar
una plataforma y darle un contenido que, sin negar lo popular, lo festivo y lo
compartido, pueda darle un aire de propuesta ciudadana, de construcción de
nuevos espacios democratizados para poder generar el soporte de una gesta
popular.
Se ha
invisibilizado que los procesos de las nuevas Limas han cambiado el espacio
político y el espacio social, y esa gesta nacida desde abajo, la gesta popular,
no está construyendo su propia historia, ni sus propios héroes, ni sus propias
potencialidades ni sus propios valores. Hay que evidenciar que, no porque sea
popular tiene que ser maravilloso sino que lo popular está careciendo de los
elementos políticos para seguir construyendo una plataforma que ya la tiene: ya
hay una gesta de ciudadanía distinta a la que conocemos y a eso es a lo que
debemos apostar.
J.M.: Parece ser
que una de las limitaciones más grandes para esta articulación es que muchos de
los trabajadores del arte sienten reparos hacia posicionamiento político o a la
apuesta orgánica por un temor de ser utilizados. Esto puede ser una de las
razones por las que muchas de estas experiencias alternativas no trascienden la
anécdota cultural, es decir, no expresan potencialidad política.
C.R.: Una
potencialidad política que todavía está bajo las cartas, sin embargo hay tres
elementos que son importantes resaltar: 1) el apolitismo inyectado durante los
10 años de Fujimori a calado en los jóvenes, ser bacán es ser apolítico, 2) hay
una lectura, mediatizada y construida, de descrédito frente a la política
tradicional y frente al actuar político. Eso tiene una ventaja porque la
política criolla es decadente, corrupta, viciada y todo lo demás. Deberíamos
trabajar sobre ello, no es una apuesta por re-editar la política tradicional
sino plantear los nuevos actores y los nuevos espacios con un nuevo rostro y
una nueva propuesta con una plataforma propia. 3) Existen dos limitaciones
claras en el sujeto artístico: la connotación de clase, tanto de un lado como
del otro: el artista popular también tiene temor a la etiqueta política, temor
ante lo extraño, temor a comprometerse porque puede que se le cierren puertas,
temor a ingresar al otro lado de la ciudad. Las mismas lecturas frente al otro,
es decir: el artista de formación académica, clase-mediera, burguesa, con
limitaciones de insertarse en el mercado y vivir políticamente su realidad,
tiene simplemente una actitud buenista, “comprometida”, “todo corazón”, carente
también de la capacidad de insertarse en el mundo popular, le falta calle, le
falta sensibilidad popular. Su propio academicismo y su propia elitización por
deformación de oficio le lleva a desconocer la vitalidad de la calle, de la
gesta popular y de otras manifestaciones que gozan de potencia y de fuerza pero
que no están siendo leídas. Por eso nuestra incapacidad para integrar al
artesano, al músico popular, para no descubrir la potencia de todos estos
espacios y procesos.
G.V.: En torno al
tema de la articulación hay una cuestión previa: la mayoría de grupos con un
trabajo artístico si se empiezan a interesar por problemas sociales y políticos
lo hacen desde sus objetivos artísticos. Eso lo veo aquí en Bellas Artes: los
chicos dicen “Vamos a hacer una cosa contra el TLC” y no importa la repercusión
social que vayan a tener, lo que importa es que se hable del TLC y hacer un
trabajo básicamente con objetivos artísticos.
J.M.: O sea
objetivos estéticos y formalistas.
G.V.: Sí, los
cuales le impiden compartir intereses con otros espacios. Yo trabajo en un
barrio de Los Olivos con jóvenes donde la mayoría no ha accedido a educación
superior ni tienen posibilidades de trabajo. La primera vez que fuimos con un
grupo de Bellas Artes, estos quisieron plantear una intervención artística
sobre ese problema y a la gente le interesó un pepino, pero cuando se propuso
hacer talleres de serigrafía, papel reciclado, etc. para que los propios chicos
puedan tener una manera de ganarse algo y a la vez cooperar con el trabajo de
organización en su barrio, empezaron a tomar mayor interés. La experiencia
misma de organización con otros espacios no artísticos los llevó a tener
experiencias y a replantear sus intereses dentro de su propia actividad. La
articulación debe caminar en función de construir intereses comunes y esta
articulación debe volverse organización.
Eso pasa por tomar
conciencia de que, si bien cada uno tiene necesidades distintas, hay
necesidades conjuntas que podemos resolver. Dentro de los espacios oficiales,
la sociedad se toma como un tema y no como un fin. Los artistas se vuelven
cronistas de su realidad y no establecen vínculos más concretos.
Por otra parte, el
interés artístico está vinculado al interés social. A primera vista se entiende
pero en el trabajo mismo no se practica. Mucha gente está convencida que los
intereses artísticos son intereses sociales, por ejemplo: en una coordinadora
de arte que estamos impulsando con gente de Católica y Corriente Alterna,
cuando se plantea esto de que los intereses artísticos son intereses sociales,
todos mueven la cabeza afirmativamente. Pero cuando esto se lleva a la
práctica, por ejemplo dentro de nuestros espacios de estudios cómo generamos
organización, una propuesta crítica y propositiva; ahí las críticas son
fuertes. Si alguien es político es porque tiene intereses, y esa cuestión viene
de los 90. No solo por el apoliticismo sino por cómo se consideraba el trabajo
político después de eso.
La mayoría de grupos
vienen con una agenda planteada hacia los sectores populares: “Tenemos que
tocar el tema del TLC”, aquí la Asamblea de Delegados dice: “tenemos que tocar
el tema de la Comisión, tenemos que tocar el tema del desarrollo artístico
conjuntamente con la sociedad” Y todos mueven la cabeza pero en ningún momento
han generado vínculos estrechos para ver cuales son los problemas que los
alumnos tienen, que los sectores populares están sintiendo ahorita,
equivocadamente o no, pero lo están sintiendo como tema central. Entonces las reivindicaciones
de muchos movimientos políticos de izquierda se vuelven reivindicaciones
principistas, por ejemplo: “Estamos contra el TLC porque somos
anti-imperialistas”, “Estamos contra Alan porque estamos contra la derecha”,
etc., etc. Y no se empiezan a establecer modos de debate que apresuren procesos
de organización, no se inserta directamente a los espacios populares. La
propuesta sería: aprovechar los espacios ya constituidos y re-potenciarlos a la
medida de nuestras expectativas y eso tiene que ver mucho con el arte en el
sentido que todo esto debe generar una nueva cultura popular, que ya se está
generando, tenemos que sumarnos a ese proceso y hacerlo significa tener que
compartir intereses. Entender que los intereses sociales, políticos y
económicos no son intereses extra-artísticos, sino parte fundamental de su
constitución.
J.M.: ¿Cuáles
serían algunos de los puntos de una agenda consensuada para poder articular a
estos distintos actores y trabajadores del arte en un trabajo orgánico? Para
empezar creo que a mediano plazo se pueden consolidar una nueva
institucionalidad: nuevos espacios, nuevos públicos, nuevos mercados, que sean
alternativos no solo en términos físicos y espaciales sino en términos de las
lógicas y los sentidos comunes hegemónicos.
G.V.: La cuestión
es establecer en torno a los trabajos un balance: los aciertos y limitaciones.
Así como hacemos un balance del campo institucional en el campo de las artes
plásticas que ahorita hegemoniza, debemos hacer un balance de nuestra propia
actividad. Ver cuales son nuestras fortalezas y debilidades y a partir de eso
plantear el mismo desarrollo pero a nivel social. Nos encontramos en este
punto, ahora, ¿qué es lo que socialmente se necesita priorizar dentro del desarrollo
de la organización popular? ¿Existe o no existe, cómo la podemos gestar? Hay una potencialidad en los sectores
populares, están tomando conciencia pero no hay una direccionalidad política,
que no puede partir de un grupo sino de un proceso, que nos tienen que
encontrar unificados: desde artistas, artesanos, trabajadores.
Pero para empezar
es necesario un balance de los grupos que a partir de los 90 han empezado a
realizar una nueva construcción dentro de las propuestas artísticas, que nos
sirva como catapulta para ver en que sentido podemos aportar a la construcción
de la organización popular.
C.R.: Muchos de los
artistas populares han construido sus propios espacios y en esos espacios,
industrias culturales. El mundo del artesano lo ha llevado a generar su propio
sistema de distribución y tener sus circuitos. En el mundo de la música se ha
generado su productor, distribuidor, mercado, público. El mundo de la piratería
igual, espacios de reproducción, distribución, mercado. Sin embargo no hemos
sido capaces de generar una red para que los públicos puedan circular en estos
mismos escenarios.
Debemos ser
concientes que en nuestros espacios de clase media, artísticos, por más que le
chantemos la chapa de “popular” todavía sigue siendo un membrete carente de
contenido, carente de público. Porque siempre somos los mismos los que
consumimos esos productos, hacemos intercambio de piezas. Tú me das tu pintura,
yo te doy un texto. Cuando vamos a un evento nos vemos las caras los mismos,
casi podemos pasar lista. Las limitaciones están en nosotros, debemos reconocer
que muchos de nosotros tenemos las condiciones para pertenecer al mundo
popular: somos hijos de migrantes, en nuestras historias personales podemos
encontrar artesanos, músicos, etc. Pero en este mismo proceso los hemos dejado
de lado. No hemos apuntalado nuestra ligazón con el mundo popular porque hemos
apostado por la elitización, por nuestro propio contenido de clase hemos tenido
una actitud de ascenso social en vez de confrontar con nuestra estructura de
clase y eso nos impide integrarnos y cuando bajamos a esos espacios pretendemos
ser los representantes de ese legado cultural superior.
Debemos servir como
trasvase de información y técnica. Generar en esos términos lazos comunicantes
para que esos públicos transiten por toda esta diversidad de propuestas y tener
una comunidad mas sostenida en trabajos y en discursos surgidos de ese trabajo.
J.M.: Si estas
propuestas no están articuladas, los públicos menos van a estar articulados.
G.V.: Por eso debemos
apuntar a la creación de una nueva institucionalidad. Esto incluye nuevas
prácticas, nuevos intereses, nuevos espacios, nuevas agendas dentro del trabajo
artístico. Una crítica hacia cómo estos
sectores populares empiezan a generar mercado, no por delimitar una propuesta
sino que dentro de cómo se está generando esta nueva economía está habiendo un
ascenso del sub-empleo y un descenso de los niveles de vida. Concretamente no
está generando desarrollo sino que se desarrolla la competencia en términos
económicos en el sector popular como parte de una movida mayor. Una nueva
institucionalidad parte por gestar una nueva cultura. No impositivamente sino
gestándola desde abajo, con las cuestiones que ya están y las que pueden estar.
Esta nueva cultura tiene que combatir el individualismo existente, el “sálvese
quien pueda”. Estas experiencias son valiosas pero no están consolidando un
proceso de organización a nivel de los sectores populares, no porque no la
tomen en cuenta sino porque las condiciones en que se desarrollan fomentan una
cultura de individualismo que es contra lo que tiene que ir una nueva
institucionalidad.
J.M.: Una nueva
institucionalidad tiene que partir de un trabajo articulado pero anclado en lo
real, en prácticas territoriales y concretas. ¿Qué lugares les parecen
potenciales para esa construcción?
C.R.: Las distintas
Limas han demostrado que hay un despertar hacia una necesidad de construir sus
propios aparatos simbólicos de representación. En eso goza de nueva salud la
impronta nacional, es decir, la lectura de los 70 con respecto a que la
cholificación y la choledad iban a subordinar a toda su producción cultural a
artefactos foráneos, por el contrario, hoy en día, el lugar donde más se habla
quechua es en Lima, el quechua no ha sido desterrado sino ha crecido. Lo que
debemos plantearnos es que más allá del circuito cultural formal debemos,
construir de la mano de estos nuevos espacios, el germen para unificar nuevos
procesos culturales que alimenten el proceso de ciudadanía. Porque todos los
espacios que nosotros representamos están viciados porque no han tratado, en
todo el tiempo de la república criolla, generar espacios de democratización. El
arte, institucionalmente ha servido para la gloria y la hegemonía del espacio
criollo y la cultura dominante. Nosotros somos el sostén de la cultura
dominante aún cuando nos reconozcamos contrarios a ella, hemos crecido y hemos
sido construidos con sus elementos, no para cuestionarlo ni replantearlo y la
mitad de nuestra cultura y nuestra idiosincrasia pasa por eso. Debemos asumir
el reto de reconstruir un mecanismo para poder convertirnos en engranaje de esa
nueva gesta popular que esta emergiendo y que han construido sus propios
aparatos simbólicos de validación: la música, la cultura, las formas, y de las
cuales nosotros estamos alejados y dentro de la lógica de dominación.
G.V.: Dentro del
sistema de dominación hay posibilidades, sino no estaríamos conversando
ahorita.
C.R.: Muchas
experiencias llegan a nosotros porque han quedado registrados en un catálogo de
arte contemporáneo que le dieron una existencia y un momento, pero ¿Cuántas
personas en realidad han visto “La Sarita” de Huayco? Un ínfimo. Tal vez
algunos lo han visto, pero ¿cuántos sabían que esa “Sarita” estaba pintada
sobre latas de leche y que había una connotación en esos términos? Los
Aguaitones, los N.N., todo queda en el baraje de unos cuantos iniciados que la
pudieron ver, sin embargo no pasa lo mismo con la chicha. No hace falta un
estudio oficial para que la chicha exista y sea consumida, realimentada por
todos sus lados.
Podemos discutir si
la chicha tiene en todo su conjunto, una connotación contestataria. Hay
elementos, pero en sí mismo la música chicha fue una apropiación de los
sectores menos pudientes y lo han transformado en un instrumento para contestar
y confrontar al aparato de dominación. Que tiene vicios, miserias, vacíos:
también, pero lo mas alucinado es cómo el sector menos favorecido ha construido
sus propios aparatos, teniendo todo en contra logran desarrollarse. Para
contrastarlo: la música subte no ha logrado desarrollar, como en otros estadios
sociales de otras sociedades, ese mismo proceso. Ni siquiera la música pop, con
poder económico, formación académica, no ha logrado reproducir lo que la música
independiente de EEUU, de Italia, de Gran Bretaña, o sea, producir sus propios
canales de consumo, producción y distribución. 400 personas no son ni
medianamente, algo masivo ni con eso se logra una gesta popular. Lo mismo que
el cajón de los retablistas, nadie se cree que todavía se puede seguir haciendo
y encontramos joyas de historia y de fuerza, planteados en esos términos.
G.V.: Estoy de
acuerdo con la potencialidad que tienen estos procesos pero creo que el
problema es la direccionalidad política, por ejemplo el reggaetón surgió de los
barrios más marginales de Centroamérica, pero una cosa es el reggaetón de sus
inicios y otra es Daddy Yankee tirando 4000 dólares en el escenario. Y estamos
hablando de la gesta de una nueva cultura, se están viendo la potencialidad de
estos espacios, la idea es generar una direccionalidad política, para no verlos
como políticamente contestatarios en sí mismos sino contextualizarlos. Sino Ana
Kholer y todos los que pusieron sus servicios a mando de la dictadura
fujimorista serían contestatarios en sus formas pero políticamente no se
entendería bien la concepción ante eso. Esas manifestaciones parten de procesos
complejos.
J.M.: ¿Cómo crear
una direccionalidad política sin caer en la lógica de la vanguardia iluminada
que se pone delante de los movimientos sociales, en vez de construir esa
dirección desde abajo y en diálogo horizontal con los sectores con quienes se
quiere articular?
G.V.: El papel de
la Vanguardia no es una función que esté “arriba de” sino “debajo de”. No debe
direccionar verticalmente los procesos sociales sino que debe generar los
procesos.
C.R.: Nuestro rol
debe ser el de trasvase de información, de servir de puentes y generar nuevos
espacios para la democratización y eso nos implica un proceso de desclasamiento.
No pretender jugar a la vanguardia iluminada que va a llevar la luz a los
sectores ensombrecidos de nuestra patria sino entregarnos en términos de
traslado y democratización. Somos participantes, no encabezadotes. Hay que ser
más humildes y entregarnos a la construcción conjunta. Debemos ejercer la
guerrilla cultural y perturbar y perturbarnos generando nuevos espacios de
construcción. La bandera es la ciudadanía.
Mientras más
ciudadanos puedan cumplir con el ejercicio total de sus derechos podemos
trastocar más una sociedad cerrada basada en el ejercicio de los derechos de
unos cuantos. Lastimosamente es una bandera bien tardía: esa que fue la bandera
en la revolución francesa y el inicio de las ciudades, es urgente mas que
nunca, porque la ciudad ha mutado, ha sido apropiada por los que antes no
tenían espacios.
G.V.: Es tardía y
además fue la bandera del liberalismo, que se propuso igualdad de derechos,
respeto a los derechos individuales.
C.R.: Por eso son
importantes las otras banderas. Deberíamos insertarnos en tantas banderas:
derechos sexuales, reproductivos, de minorías, de educación para todos,
derechos civiles y políticos. Por eso “Ciudadanía total aquí y ahora” no es un
eslogan hueco sino concretamente es entender la sintonía de la calle. Esta
ciudad se ha transformado y construido no por una prebenda, no por el Estado,
sino ha sido una construcción desde abajo, desde las bases, desde la periferia.
Desde eso que antes se decía que era un cinturón de miseria que acogotaba la
ciudad y que ahora se ha transformado en un cinturón de desarrollo, de
posibilidades económicas y culturales. Hay que pedir las banderas de una
transformación diferente.
G.V.: Dejo unos
puntos para debatir luego porque tengo clases: (1) se puede hablar de ciudadanía
total sin cambiar las condiciones de opresión existentes. La ciudadanía no es
sólo alcanzar derechos que en la práctica ya se están conquistando. (2) La
vanguardia no es sólo pedagogía sino aprendizaje.
(publicación en la revista Lanzallamas No 2)
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