Comentario sobre el disco-libro Cascabel de Jorge Millones.
Creo que nadie puede ser imparcial al opinar sobre el trabajo de quien se conoce y se quiere. No por un favoritismo gratuito o pre-juicioso sino porque al ser cercano a la persona de carne y hueso, al conocer las pequeñas y grandes historias que existen detrás y al costado de cada obra, tenemos de alguna manera, otros instrumentos racionales y emotivos para valorar, decodificar y disfrutar de una obra de arte. Me pasa con amigos de distintas disciplinas artísticas: artistas visuales, literatos, músicos, etc. Una es mi percepción de la obra antes de conocer al artista y otra después. Pero aquí es distinto: yo primero conocí a Millones y después a sus canciones. Entonces menos imparcial puedo ser, es decir, no sé cómo saben las canciones de Millones sin asociarlo a tantos buenos y malos momentos compartidos. La primera vez fue en 1998 cuando el Colectivo Amauta me mandó a colaborar con él en un Festival llamado Liberarte, en Unidad Vecinal No 3. Fui a la Universidad San Marcos y mi primera tarea política fue ayudarlo en hacer un panel que promocionaba el evento. Qué pena que no haya foto de ese panel pero recuerdo que de fondo habíamos hecho una noche estrellada con la silueta de la ciudad más un gato. En esa época todos los paneles de las organizaciones políticas en el campus de la universidad no incluían imágenes, eran puras letritas con textos extensos. Para mí fue una primera experiencia bien significativa no solo porque empezábamos a explorar las potencialidades transformadoras del arte sino porque, a pesar que los enemigos políticos destrozaron el panel a los pocos días, recuerdo con mucho cariño aquella tarde conversando de filosofía (porque Millones estudiaba filosofía en esa época) y pegando papelitos de colores en el panel. Después del Colectivo Amauta compartimos militancia en el Movimiento Raíz, el Movimiento Saphichay, Tierra y Libertad y en muchos espacios más. Estuvimos en el Foro de la Cultura Solidaria de Villa el Salvador, el Foro Social Perú en Tambogrande, eventos en Cusco y uf, muchas más cosas. Es verdad como dice Rapha: en sus conciertos se juntan los compañeros y compañeras que han compartido algún tramo del camino y que ahora están trabajando distintas hipótesis de construcción política. Agregaría también que para mí son sus canciones una especie de banda sonora íntima de todas aquellas movidas emancipatorias. Algo así como la música interna de muchas de las conversas, coordinaciones, marchas, asambleas, chupetas, hueveos, paltas, espacios y momentos en donde hemos intentado hacer carne esta complicada cuestión de la emancipación. Por eso encuentro en Cascabel muchas voces conocidas y tal vez otras no tan conocidas pero que seguramente están hablando desde y hacia el mismo lado, voces que comparten un mismo horizonte de sentido digamos. Cuando extraño a alguno de los camaradas a quien no veo hace tiempo, en vez de entrar a su cuenta de facebook puedo escuchar el disco o leer el libro y allí estará presente, dispuesto a seguir haciendo la transformación en el aquí y el ahora, aprendiendo de la dignidad y de la Madre Tierra, chupando con Pepe Ramos y Juan Mamani, debatiendo, haciendo análisis de coyuntura en el teatro Vichama de Villa el Salvador, hablando de amor en los bares para que después, seguro Millones saque la guitarra y recordaremos cuánto importan los afectos en la política. Y podría extenderme mucho más sobre el cómo casi nadie toma en cuenta esa dimensión afectiva de las historias políticas, sobre aquel texto que Millones escribió hace años llamado “La fuerza vengadora del amor” pero terminaré diciendo que me gustaron las canciones y el libro. Tanta vida condensada solamente en un disco y en un libro, parece imposible. Solo el arte puede hacer que quepa ¿no? Mi querido amigo la vio. Quiero agradecerle con un gran beso por ponerme en el cónclave de Monstruos y por todos estos años de aprendizaje.
Miyaguito 2012.
Aquí uno de mis temas favoritos del disco, con collage de imágenes realizado por Chalena Vásquez.