INSTRUCCIONES PARA CAMBIAR EL MUNDO PINTANDO

El conocimiento es un proceso colectivo, viene de los vínculos que creamos con la vida. Por eso siempre hay que compartirlo. La Brigada Muralista después de años pintando murales con comunidades entrega ésta publicación (en virtual y en físico) con algunos de nuestros aprendizajes y apuestas: “Instrucciones para cambiar el mundo pintando”.


Seminario ARTIVISMO, Cambio Social y Activismo Cultural

Publicación de las ponencias del Seminario ARTIVISMO, Cambio Social y Activismo Cultural. http://iessdeh.org/usuario/ftp/Artivismo.pdf

Juan Tokeshi, “Arquitectura de la esperanza” y vidas compartidas

Comparto un pequeño testimonio sobre Juan Tokeshi en la nueva edición de la revista Interculturalidad. Todo el número está muy bueno, un bonito homenaje para nuestro querido "arquitecto descalzo". Felicitaciones a Arturo Quispe Lázaro y gracias a Teresa Cabrera, Marco Néctar Rodríguez y Eduardo Tokeshi por la información brindada.







Fotos: En el Peace Boat 2005 (Trayecto Cuba - Panamá - Perú)

Sobre Juan Tokeshi y las cosas compartidas


Siendo estudiante en la Facultad de Arte de la PUCP supe por primera vez de Juan Tokeshi.  Teníamos que leer un texto suyo: “Espacio Público Popular. El imaginario de Villa El Salvador”. Conservo un archivo de casi todas mis separatas universitarias debido a una ligera tendencia obsesivo-compulsiva por el ordenamiento y la sistematización de las cosas, así que para escribir este testimonio volví a revisar aquella vieja fotocopia.


El texto habla de Villa El Salvador. Para 1998 yo no había ido nunca a ese distrito pero ya desde entonces me generó mucha empatía el concepto de “arquitectura de la esperanza” para referirse a los fierros que se dejan al aire en los barrios populares “mirando al cielo” con la esperanza del crecimiento de la vivienda, con la ilusión de construir un segundo o un tercer piso. Cuando algunos años después mucha de mi energía vital y mis afectos militantes estuvieron involucrados en la organización del Foro de la Cultura Solidaria de Villa El Salvador (2004-2009) siempre recordé con cariño esas primeras reflexiones que leí de Juan sobre el distrito, sobre el espacio público y sobre la esperanza.


Lo llegué a conocer personalmente en el 2003, cuando el  Centro Cultural Peruano Japonés convocó a una reunión con diversos artistas visuales quienes debíamos intervenir Kimonos, Juan organizaba la muestra. El caso de Censura en el Concurso de Artes Visuales de la Fundación Telefónica en el que estuve involucrado era reciente, había sido muy polémico y mediático. Sabiendo que con mi trabajo asumía ciertos riesgos Juan me convocó igual y nunca me condicionó el tema que había escogido trabajar: el silencio cómplice de algunos sectores de la colectividad peruano-japonesa frente a los crímenes de la dictadura fujimorista.


Me llamó  pasadas las 11 p.m. del día anterior a la inauguración de la muestra cuando la obra ya estaba montada. Me dijo que los directivos de la APJ no estaban dispuestos a exhibir la pieza, se mostraba realmente conflictuado por la situación. Casi a media noche, en una circunstancia insólita y no muy grata, negociamos la mejor salida ante el impase. Era la primera vez que conversábamos. Su voz pausada y tranquila expresaba un espíritu amable, conciliador y bondadoso, siempre dispuesto a tender puentes con una manera muy singular de procesar las tensiones y las iras.   


Esa actitud de “monje zen” se hizo más evidente cuando viajamos juntos en el Peace Boat  a finales del 2005, con escalas en Cuba y Panamá. Dos semanas en un gran barco que da la vuelta al mundo con programas de educación y turismo social. Durante su conferencia a bordo del barco lo escuché por primera vez autodefinirse como “arquitecto descalzo”, es decir como un arquitecto comprometido con las realidades por dónde camina y “que no puede desprenderse de sus confesiones políticas” como él mismo afirmó.


Por eso me pareció gracioso cuando mis entrañables amigos Teresa Cabrera y Marco Rodríguez, quienes trabajaron con Juan en el  Programa Urbano de Desco en Villa El Salvador, me contaron su costumbre de sacarse los zapatos en la oficina y guardarlos en un cajón, lo cual  causaba más de una situación jocosa cuando alguien buscaba un documento y descubría sus zapatos.  A lo mejor eso de “arquitecto descalzo” tenía un origen más literal y en todo caso no cabe duda de que Juan era un arquitecto descalzo en todos los sentidos.


Teresa también me comentó un rasgo del que yo no era consciente: Juan era una persona muy interesada en lo que él llamaba “comunidad” de descendientes de japoneses, lo que podríamos llamar la “ponjitud”. En los distintos espacios en que se desenvolvía hacía el esfuerzo por conocer y saber más de los nikkei con los que se cruzaba.


Muchas veces hablamos del tema de las raíces comunes: Okinawa, el butsudán y la migración de las familias. En una ocasión me comentó que los Tokeshi y los Miyagui tenían un origen común, no pregunté mucho porque uno siempre piensa que habrá otra oportunidad. Recientemente  el reconocido artista Eduardo Tokeshi, primo de Juan, consultó con su padre y resulta que los Tokeshi y los Miyagui habían sido vecinos en Hentona, una zona muy pobre en Kunigami-Okinawa. Posteriormente se embarcaron juntos en la aventura hacia el Perú y por ello a los mayores de nuestras familias los unía ese vínculo especial que da compartir la patria originaria y también la patria nueva.


Casi todas mis indagaciones sobre los orígenes de mi familia han sido motivadas por Juan. Durante su velorio puse el osenko y deposité el sobre, costumbres japonesas para estas ocasiones. Cuando algunos amigos extrañados preguntaron sobre lo que habían visto expliqué que se trataba de una “costumbre entre ponjas”.  Entonces volví a pensar en qué era eso de la “ponjitud”: Cuando era niño, la profesora citó a mi padre porque pensó que yo estaba inventando un lenguaje extraño. En realidad sólo usaba palabras japonesas que en muchas casas nikkei se usan cotidianamente para llamar por ejemplo al abuelo como “ollí”, al reloj “tokey”, a la almohada “marcura”, etc. Mi padre tuvo una larga conversación conmigo para explicarme qué palabras eran “ponjas” y no las debía usar más que en la casa. Juan nos llamaba “comunidad” y estaba interesado en ella porque lo compartido es fuente de identidad.  A veces olvidamos la riqueza de las anécdotas personales y de los relatos familiares, parecen cosas lejanas pero tienen mucho que ver con lo que somos ahora. Para mí Juancito siempre estará allí para hacerme recordar, para interpelarme con su hablar pausado y cariñoso, sobre nuestras pequeñas grandes historias.

 

 

Jorge Miyagui
www.jorgemiyagui.com
Julio 2014



¡Hoy: Conversatorio con Iván Nogales en Vichama Teatro!


I Congreso de Cultura Viva Comunitaria.


"Arte y Transformación Social" en Infoartes

Han publicado mi texto "Arte y Transformación Social" en esta buena iniciativa del Ministerio de Cultura (Infoartes). Para la reflexión y el debate.

http://www.infoartes.pe/arte-y-transformacion-social/